Solo de mencionar el nombre de estas entrañables razas de perros, lo primero que se viene a la cabeza, son los tamaños completamente diferentes que las caracterizan. Sin embargo, estas dos especies de perros han sabido conquistar el corazón de los más peques, por su alma juguetona y su buen carácter.

Caniche: el perro que nació para la caza de aves acuáticas

Atrás quedaron los tiempos en que la nobleza europea utilizaba a los caniches para la caza de patos y gansos. Es más, también se lo llama Poodle, cuya traducción significa “chapotear en el agua”.

Los peinados con los que suelen presentarse en las exposiciones caninas, no tienen sus orígenes en extrañas tendencias en estética canina.

Más bien más bien tiene que ver con la forma en que los nobles les cortaban los pelo para aligerar el peso del animal cuando debía meterse en las lagunas para atrapar la pieza de caza, y al mismo tiempo, evitar que el pelaje quedase atrapado en las profundidad subacuáticas.

Lo cierto es que hoy en día el caniche despierta la emoción y la ternura de todas las personas que deciden adoptarlos como mascota.

Son juguetones, inteligentes y siguen indicaciones con asombrosa facilidad. Por eso, hasta hace algunos años, cuando estaban permitidos los espectáculos con animales en los circos, muchos de estos números eran interpretados por caniches entrenados, que hacían piruetas y rutinas de destreza física.

Existen cuatro tamaños de caniche en la actualidad: gigante, mediano, pequeño y toy.

Más allá de las diferencias en los tamaños, los caniches son animales inteligentes, leales y traviesos, a quienes les gusta compartir el espacio con los dueños.

Los caniches son compañeros maravillosos de juegos de los más pequeños de la familia, aunque en el caso de los Caniche Toy se debe enseñar a los niños cómo manipularlos, ya que tienen una estructura ósea muy delicada.

Una de las cuestiones que hay que tener en cuenta a la hora de decidir adoptar un caniche, es que el pelaje necesita de muchos cuidados. cada seis semanas es necesario recortar el pelaje, como así también, cepillarlo a diario.

San Bernardo: tan adorables como gigantes

Los orígenes del San Bernardo perro se remontan a los confines de los Alpes, y  son perros de montaña, preparados para resistir las altas temperaturas debido a su cuerpo musculoso, con gran reserva de grasas, y la fortaleza desarrollada tanto en las patas como en el resto de su cuerpo.

La raza fue reconocida como  perro suiza a partir del año 1887.

Utilizado para búsqueda de rescate en zonas nevadas, el San Bernardo es capaz de oler a una persona aún cuando esté enterrada bajo muchos metros de nieve.

La versión más famosa de este ejemplar canino Bernardo fue el protagonista de la saga “Beethoven”, en la cual quedan reflejadas las características más comunes de esta especie canina, que son: la torpeza en los movimientos, el causar estragos a su paso y la estrecha relación que puede desarrollar con los integrantes de la familia.

A la hora de decidir convivir con un ejemplar de San Bernardo es necesario antes que nada, prestar especial atención al espacio con el que contará la mascota para movilizarse.

Porque más allá de que este dato sea importante para la salud del animal, también es primordial para evitar trastornos innecesarios en la familia, como la rotura de elementos.

También es conveniente tener en cuenta que suele salivar mucho, por lo que debe evitarse que esté en contacto con tapizados.

Esta raza de perros necesita de una ejercitación moderada, tanto por cuestiones de salud física como emocional. Se les debe ofrecer por los menos dos jornadas de caminata diaria y que dispongan de suficiente espacio para correr.

A medida que envejecen, pueden mostrarse más apáticos a la hora de realizar actividad física, sin embargo es necesario insistirles.

A la hora del entrenamiento, a pesar de ser animales muy dóciles, pueden tener una conducta casi adolescente, en las que haya momento que escuche indicaciones y en otros que no.

Tanto Caniches como San Bernardo son dos razas que perfectamente compatibles con la vida familiar, siendo la disponibilidad del espacio físico la gran barra divisoria entre decidir por uno o por otro.