La arquitectura es una de las siete artes y, además, ocupa un puesto esencial en términos de bienestar colectivo, es decir, se trata de un sector destinado a diseñar y construir los bienes inmuebles en los que residimos, considerados como el eslabón clave para nuestra calidad de vida. 

No obstante, los profesionales de este ámbito no siempre trabajan como cabría esperar y podemos encontrar problemáticas estructurales o normativas que pueden poner en tela de juicio nuestra integridad económica. Una serie de situaciones, para las cuales, el papel de los peritos arquitectos pasa a ser de vital importancia.

En qué consiste ser perito arquitecto

El peritaje, a rasgos generales, es una labor basada en el análisis de un suceso para posteriormente, presentar pruebas con validez judicial. En el mundo de la arquitectura, este especialista ocupa un puesto de vital importancia y, en caso de así necesitarlo, debemos implicarnos para encontrar el mejor perito arquitecto en favor de resolver cualquier problema con solvencia. Un experto que debe contar con los conocimientos pertinentes en arquitectura, ya sea que hablemos del sector de la construcción o de todo lo relacionado con la normativa. Una experiencia incuestionable que se debe dar la mano con la habilidad de analizar cualquier tipo de daño que pueda llegar a surgir en el inmueble.

Su función principal es la de plasmar todos los datos que va recogiendo en un informe, que posteriormente, se debe presentar en un juicio, tomando así el carácter de pruebas. Entre los problemas que más se tienden a dar en este sector, encontramos aquellos asociados al campo civil, como el caso de los incumplimientos de las normativas vigentes o los defectos en una construcción. En ambos casos, el perito realiza un análisis que, tras el proceso judicial, deriva en una indemnización a las víctimas de estas situaciones tan críticas para el bienestar.

Además de la construcción y las leyes, los peritos arquitectos también se han especializado en aspectos como las contrataciones, la seguridad, los accidentes, los defectos estructurales y los daños superficiales. De este modo, cualquier pequeño detalle que pueda suponer un problema para nuestro día a día y pueda ocasionar un impacto para nuestra economía, pasará a manos de un juez, con el fin de poder percibir una compensación a la altura de las circunstancias. 

Merecemos la máxima tranquilidad en nuestro hogar, o incluso espacio de trabajo, y estos profesionales se alzan como un pilar básico para poder alcanzarla.

Principales servicios y aptitudes de estos especialistas

Una vez expuesto el rol que desempeñan los peritos arquitectos judiciales expertos para nuestros estándares de calidad de vida, cabe hablar de aquellos factores que pueden ayudar a diferenciar a los especialistas mejor preparados. En todos los casos, los peritos arquitectos deben ser graduados o licenciados en arquitectura. Ahora bien, además del título, los mejores profesionales deben contar con una buena técnica de redacción, conocer la legislación actual y actuar con solvencia, con el fin de poder asegurar así unos resultados óptimos para sus clientes, por eso, sea cual sea nuestra necesidad, debemos prestar atención a dichas habilidades.

Cada persona es un mundo y son muchas las razones por las que podemos llegar a contratar a un perito arquitecto. El peritaje judicial inmobiliario, una filtración de agua en la piscina, el estudio de patologías en edificios y su inspección, la revisión de costes, de las obras y de las certificaciones o, entre muchos otros, las tasaciones de las viviendas y de las hipotecas, son algunas de sus funciones principales. Una serie de labores que pretenden resolver rápidamente cualquier cuestión asociada a un inmueble, detectando a su vez, los vicios ocultos de los que ni tan siquiera nosotros somos conscientes.

Sabiendo todo esto, es evidente que estamos ante una de las figuras más importantes ante cualquier litigio legal asociado con nuestro hogar. Un especialista que se compromete con la transparencia para arrojar un rayo de luz para nuestro caso particular, evitando que el daño de terceras personas, voluntario o involuntario, afecte a nuestra vida cotidiana.