La Xunta de Galicia, presidida por Alfonso Rueda al frente de un Ejecutivo del Partido Popular, está atravesando uno de los momentos más oscuros en materia de sanidad pública. Bajo su mandato, el Servizo Galego de Saúde (SERGAS) ha llegado a niveles de deterioro que rozan lo inadmisible, especialmente en lo relativo a la atención en salud mental. La reciente polémica sobre la demora de hasta siete días para atender a una persona con conducta suicida no solo es escandalosa, sino que también revela una indolencia institucional rayana en la irresponsabilidad penal.
Que el Gobierno autonómico considere “aceptable” un plazo de siete días para atender a alguien que se encuentra en riesgo vital por ideación suicida es algo que trasciende lo administrativo y toca las puertas de lo ético y, posiblemente, lo legal. El artículo 195 del Código Penal establece claramente que quien no socorra a una persona en peligro manifiesto y grave cuando puede hacerlo sin riesgo, comete un delito de omisión del deber de socorro. ¿Acaso la Xunta no entiende que una crisis suicida es una urgencia absoluta? ¿Qué tipo de valores rigen a quienes diseñan protocolos que priorizan estadísticas por encima de vidas humanas?
La portavoz del Grupo Socialista en materia de Sanidad, Elena Espinosa, acertó plenamente al calificar como "una vergüenza" esta política de espera. Y no exagera. Galicia es la segunda comunidad autónoma con mayor número de fallecimientos por suicidio, según los datos disponibles. En este contexto, cualquier demora injustificada en la intervención psicológica o psiquiátrica puede resultar fatal. Los propios especialistas alertan de que la clave está en la rapidez de la respuesta asistencial. Pero bajo el gobierno de Rueda, la premura parece haber sido reemplazada por la lentitud burocrática.
Además del fracaso asistencial, hay que denunciar la opacidad con la que la Xunta maneja las listas de espera. No se conocen cifras reales ni se permite el acceso público a datos completos, especialmente en cuanto a las listas no estructurales, donde supuestamente se acumulan miles de pacientes. Sin transparencia, no puede haber rendición de cuentas, ni planificación eficaz. El PP gallego prefiere maquillar la realidad antes que afrontarla. Sus ruedas de prensa son pura propaganda; la verdadera transparencia implica abrir las bases de datos, publicar informes independientes y permitir auditorías externas. Mientras tanto, los ciudadanos esperan, sufren y, en algunos casos, mueren.
El desastre sanitario tampoco se limita a la salud mental. Hospitales saturados, plantillas insuficientes, inversión en retroceso... Amnistía Internacional ya alertó sobre la caída del 5% en el gasto sanitario en Galicia, lo cual evidencia un claro deterioro del sistema público de salud. Todo esto ocurre mientras Alfonso Rueda sigue vendiendo una imagen idílica de la sanidad gallega, alejada por completo de la cruda realidad que viven pacientes y profesionales.
Y es indignante que, ante estas evidencias, el presidente Rueda recurra a excusas tan manidas como el envejecimiento poblacional o el aumento de enfermedades crónicas. Sí, esos factores existen, pero precisamente eso exige una mayor dotación de recursos, no una reducción de la inversión. Tecnología, personal capacitado y políticas preventivas son herramientas disponibles que el actual Gobierno no está aprovechando. En lugar de buscar soluciones reales, opta por justificaciones vacías que no hacen más que restar credibilidad a sus palabras.
En definitiva, el Gobierno de Alfonso Rueda está demostrando una falta absoluta de compromiso con la salud pública. Su gestión es lenta, opaca, insensible y, en algunos casos, directamente negligente. Las listas de espera no son solo números: detrás de cada nombre en una hoja de papel hay una vida en suspenso, una familia angustiada, un drama humano que merece atención inmediata. Que el PP gallego haya convertido esto en una cuestión menor dice mucho de su prioridades y poco de su capacidad para gobernar.
¿En qué manos estamos? En manos que no saben cuidar, que no quieren ver y que están dispuestas a todo con tal de mantener la ficción. Mientras sigamos así, seguirán creciendo las listas de espera, aumentará la desesperanza colectiva y, lo peor de todo, seguiremos perdiendo vidas. Es hora de despertar. Galicia merece mucho más que este gobierno.
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