Por Miguel Delgado. Nos llega la Navidad y los galleg@s de la emigración este año serán las victimas de la corrupcion del PP. Una ofrenda por la muerte política de la Diáspora Gallega: un legado arruinado por corrupción y negligencia política.
La Navidad, tradicionalmente una época de celebración para los gallegos en la diáspora, este año trae un sentimiento de duelo y frustración. La corrupción y la desidia política han convertido lo que alguna vez fue un orgullo para Galicia en una crisis humanitaria, cultural y económica sin precedentes. En el centro de esta debacle, emergen figuras como Alberto Núñez Feijóo y su asesora, María del Mar Sánchez, cuyas políticas y acciones están siendo cuestionadas por haber permitido, si no fomentado, el colapso de instituciones fundamentales para la emigración gallega con único objetivo, el enrequicimiento personal.
Feijóo y Sánchez: la sombra de la corrupción
El ascenso político de Feijóo marcó un cambio radical en la relación de Galicia con sus emigrantes. Según numerosas denuncias y documentos, la administración de Feijóo permitió una progresiva erosión de las redes de apoyo a los emigrantes gallegos en América Latina, transformando comunidades prósperas en focos de corrupción. Lo que es aún más alarmante son las acusaciones de enriquecimiento ilícito y evasión de responsabilidades legales por parte de Feijóo y María del Mar Sánchez, quienes habrían evitado regresar a países latinoamericanos donde enfrentan investigaciones judiciales.
Este deterioro no se puede desvincular de la historia de la diáspora gallega, que durante más de un siglo contribuyó al desarrollo económico y cultural de países como México, Panamá, Miami, Uruguay, Argentina y Brasil etc. Mientras los emigrantes luchaban por construir un futuro mejor, las instituciones diseñadas para apoyarlos fueron descuidadas y, finalmente, abandonadas por las autoridades gallegas.
Casa de Galicia: un emblema destruido
El cierre de Casa de Galicia en Uruguay no es un evento aislado, sino un símbolo de cómo la negligencia política puede desmantelar un legado construido con sacrificio y trabajo arduo. Fundada a finales del siglo XIX, Casa de Galicia fue más que una mutualista médica; fue un epicentro cultural y social que ofreció servicios de salud, promovió la cultura gallega y fortaleció el sentido de identidad entre los emigrantes.
Sin embargo, los problemas financieros comenzaron a acumularse hace más de 20 años, sin que se implementaran medidas efectivas para evitar el colapso. A finales de 2021, las deudas de Casa de Galicia superaron los 60 millones de dólares, forzando su cierre y afectando a 45.000 socios y 1.300 trabajadores. Los empleados enfrentaron años de salarios impagos y condiciones laborales precarias, una muestra clara de la falta de supervisión y gestión.
Feijóo y María del Mar Sánchez Sierra se pierden en un fin de semana urgente por Montevideo en pleno comfinamiento del Covid 19, para firmar el desmantelamiento y saqueo del patrimonio de Casa Galicia.
El desmantelamiento de Casa de Galicia también expone la falta de voluntad política para preservar instituciones esenciales. Aunque el gobierno uruguayo intentó mitigar el impacto mediante la redistribución de pacientes y trabajadores, el daño cultural es irreparable. La Asociación Civil a Casa de Galicia Centro Histórico-Cultural busca mantener vivo el legado de la institución, pero enfrenta desafíos monumentales en un entorno marcado por el desinterés y la desconfianza.
El veto presidencial y las protestas
La situación llegó a un punto crítico cuando el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, vetó parcialmente una ley destinada a cubrir las deudas con los trabajadores de Casa de Galicia. Aunque el veto fue respaldado por el Parlamento, las protestas de los extrabajadores y los sindicatos de la salud reflejan el profundo descontento con la gestión de esta crisis. Para muchos, el veto simboliza un desprecio hacia los sacrificios de quienes hicieron posible el funcionamiento de Casa de Galicia durante más de un siglo.
Una diáspora en peligro de extinción
El colapso de Casa de Galicia no es un caso aislado, sino parte de una tendencia preocupante que afecta a las comunidades gallegas en el extranjero. Desde la década de 1990, las instituciones fundadas por emigrantes gallegos han enfrentado presiones financieras y políticas que amenazan su supervivencia. La falta de apoyo por parte de los gobiernos regionales y nacionales ha dejado a estas comunidades vulnerables a la explotación y el abandono.
Además, el impacto cultural es profundo. Instituciones como Casa de Galicia no solo ofrecían servicios médicos, sino que también preservaban y transmitían la cultura gallega a nuevas generaciones. Su desaparición deja a las comunidades gallegas sin un referente que fortalezca su identidad y conexión con Galicia.
¿Dónde está la rendición de cuentas?
Uno de los aspectos más alarmantes de esta crisis es la ausencia de rendición de cuentas. A pesar de las acusaciones de corrupción y mala gestión, figuras como Feijóo y Sánchez no han enfrentado consecuencias legales ni políticas significativas. En un contexto donde la emigración gallega ya enfrentaba desafíos debido a la globalización y la asimilación cultural, esta falta de responsabilidad solo agrava el sentimiento de abandono entre los gallegos en el extranjero.
El futuro de la diáspora gallega
La pregunta que surge es: ¿puede la diáspora gallega recuperarse de este golpe? La respuesta depende de la voluntad política y social para abordar las raíces de esta crisis. Es esencial que las instituciones gallegas y españolas reconozcan la importancia de la diáspora como parte integral de su identidad y trabajen para reconstruir los lazos que se han roto.
El caso de Casa de Galicia debe servir como un llamado de atención. La corrupción y la negligencia no solo destruyen instituciones, sino que también erosionan el espíritu de las comunidades que dependen de ellas. Sin un cambio radical en la forma en que se gestionan las relaciones con la diáspora, corremos el riesgo de perder para siempre un legado que tardó generaciones en construirse.
Una Navidad para reflexionar
Este año, la Navidad no será de celebración para muchos gallegos en la diáspora, sino un momento para reflexionar sobre lo que se ha perdido y lo que queda por salvar. La corrupción y la desidia han cobrado un alto precio, pero aún hay tiempo para actuar. Restaurar el orgullo y la vitalidad de la diáspora gallega requerirá un esfuerzo colectivo, pero es un esfuerzo que vale la pena por el bien de las generaciones futuras.
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