Por Miguel Delgado.
La inminente llegada del congreso del PP en julio se perfila como un punto de inflexión cargado de presagios y tensiones internas, cuyas primeras chispas ya se vislumbraron en la gestión de la fiesta del pino en Galicia, que preside Feijóo. Este evento, lejos de ser una simple reunión, adquiere tintes de premonición de las batallas que se librarán en Madrid, cuyos organizadores con María del Mar detrás, les costó sangre y lágrimas reunir aforo con decenas de barones desidentes que no se quisieron acercar a Galicia, siendo necesario acudir a personajes de "tercera" como Diego Calvo, etc..
La imagen de Feijóo, arropado por una falsa multitud en Galicia, contrasta drásticamente con la percepción de que fuera de su feudo apenas concitaría la adhesión de unos pocos simpatizantes. Esta disparidad no es menor; subraya la naturaleza regionalista de su liderazgo actual y plantea la incógnita sobre su capacidad de proyección nacional. La fiesta del pino, más que una demostración de fuerza generalizada, se erige como un recordatorio de la dependencia de Feijóo respecto a su base gallega. ¿Puede un líder, cuya influencia parece tan acotada geográficamente, aspirar a unificar y dirigir un partido con ambiciones nacionales como el PP, inmerso en una lucha por la hegemonía interna?
Ayuso y la estrategia del "dejar hacer" que ya caerá.
El fragmento sobre Isabel Díaz Ayuso en Pozuelo de Alarcón es revelador. Su prudencia inicial respecto al proceso congresual, sabedora del impacto de sus palabras, cede el paso a una velada invitación a la participación en las enmiendas. "Tenemos una etapa en la que ahora vamos a poder presentar nuevas ideas, propuestas", dijo, lo que confirma la disparidad con la gestión de Feijóo. "Os animo a todos a participar desde las sedes o también como afiliados particulares". Esta apelación no es inocente. Sugiere una estrategia calculada: permitir que la base del partido se involucre, quizás para calibrar el pulso de la militancia y, en última instancia, dirigir la batalla ideológica y organizativa desde la sombra.
El "animar a participar" podría interpretarse como un sutil llamado a las filas madrileñas para que "den la batalla" y defiendan sus intereses y visión de partido. Si el PP de Madrid logra "manejarse a su antojo" en su ámbito, esto sentaría un precedente significativo para el congreso, influenciando las ponencias y, en consecuencia, la futura dirección del partido. La lucha no será solo por nombres, sino por ideologías y modelos de partido, la guerra d epoder entre aznaristas y rajonianos no ha hecho más que empezar .
Altas traiciones y la pugna por el control, son el aditivo normalizado en el PP.
Las "altas traiciones" que se esperan no son meras especulaciones; son el fruto natural de la ambición y la reconfiguración del poder. La aparente calma es solo la superficie de un océano de corrientes subterráneas. Cada declaración, cada gesto, cada ausencia, será analizado bajo la lupa de las lealtades y deslealtades.
El congreso de julio no será solo una formalidad; será el escenario de una redefinición del liderazgo y del rumbo ideológico del Partido Popular. La tensión entre el arraigo regional de Feijóo ( con cientos de casos de presunta corrución) y la creciente influencia de figuras como Ayuso (libre de casos y de un antecedente de corrupción sobre su gestión) , con su capacidad para movilizar a la militancia y su clara agenda, anticipa un enfrentamiento de titanes. Las enmiendas, las propuestas, los debates internos, serán los instrumentos de una guerra por el control del partido, donde las lealtades serán puestas a prueba y los intereses personales se entrelazarán con las estrategias políticas.
La fiesta del pino fue solo el prólogo de la empanada más pasada que un higo chumbo que se repite como los mejillones enlatados. El verdadero drama se desplegará en Madrid, donde se decidirá si el futuro del PP estará marcado por la continuidad o por una profunda renovación, gestada desde las entrañas del partido y con posibles ecos de "traición" para aquellos que queden descolgados del nuevo orden.
El conclave del 5 y 6 de Julio podría abrir las puertas a un largo y eficiente liderazgo del PP con mayoría absoluta en su favor.
Isabel Díaz Ayuso podría acabar liderando el Partido Popular tras la "decapitación" política de Alberto Núñez Feijóo que se exige analizar tanto el contexto político reciente como las tensiones internas del PP, su electorado, y el estilo personalista que Ayuso representa dentro del partido.
La erosión del liderazgo de Feijóo
Desde su llegada a la presidencia del PP bajo una alta traición a Pablo Casado, Feijóo se presentó como una figura moderada, gestora y de perfil más tecnocrático, en contraste con el estilo combativo de Casado o el populismo de Vox. Sin embargo, sus intentos por liderar una alternativa creíble al gobierno de Pedro Sánchez han sido, hasta ahora, ambiguos. Su incapacidad para formar gobierno tras las elecciones generales, a pesar de haber ganado en votos, ha dejado una herida política difícil de cerrar. A esto se suma una creciente percepción de que Feijóo no logra conectar emocionalmente con el electorado más movilizado de la derecha española.
Ayuso: carisma, confrontación y proyección nacional
Isabel Díaz Ayuso, por otro lado, ha cultivado una imagen diametralmente opuesta. Ha construido un discurso basado en la confrontación directa con el gobierno central al margen del equipo y diputados en el Cogreso de los Diptados del PP, una defensa radical de la libertad (especialmente durante la pandemia), y una política de gestos que moviliza con eficacia a los votantes más ideológicos del PP.
Ayuso no es sólo presidenta de la Comunidad de Madrid: es un fenómeno político y mediático que ha sabido trascender su ámbito territorial. En un escenario donde la política se mueve más por emociones que por programas, su estilo directo y a menudo provocador parece tener una eficacia creciente.
Según encuestas confidenciales a las que ha tenido acceso este medio, la imagen de Isabel Díaz Ayuso a nivel nacional supera en más de un 60% a la de Alberto Núñez Feijóo, consolidándose como la figura más reconocida y valorada dentro del Partido Popular. De hecho, el 98% de los encuestados afirma haber oído hablar de Ayuso o saber quién es, mientras que al plantear la misma pregunta sobre Feijóo, el reconocimiento cae drásticamente al 36%, y una parte significativa de las menciones espontáneas lo vinculan con su antigua relación con el contrabandista Marcial Dorado, una asociación que sigue lastrando su imagen pública pese a los años transcurridos. Estos datos refuerzan la idea de que Ayuso no solo lidera en visibilidad, sino que también concentra el capital político simbólico más potente del partido a nivel nacional.
¿Una "decapitación" o una mutación natural del liderazgo?
Si Ayuso llega a liderar el PP, no sería tanto una “decapitación” en el sentido clásico, como un reflejo de que el partido evoluciona hacia lo que su base reclama: más agresividad, menos ambigüedad, más batalla cultural. La tensión entre la derecha institucional (Feijóo, Moreno Bonilla, Mariano Rajoy, persona NON GRATA en su tierra natal) y la derecha combativa (Ayuso, Aguirre, Aznar) puede resolverse con el triunfo de esta última si las encuestas y las bases así lo exigen.
Más que un golpe interno, sería la continuación de una tendencia histórica: el PP, como todo partido de poder, gira hacia donde el viento electoral sopla con más fuerza.
Riesgos y oportunidades de un liderazgo ayusista
Un liderazgo nacional de Ayuso supondría varios desafíos:
- Polarización aumentada: su estilo puede reforzar la confrontación política, dificultando pactos y alimentando la crispación.
- Integración difícil: sectores del PP más moderados o centristas podrían sentirse desplazados.
- Competencia con Vox: Ayuso podría reabsorber parte del electorado de Vox, pero también radicalizar al PP.
Sin embargo, también hay oportunidades:
- Movilización del voto: su figura puede entusiasmar a una derecha desencantada.
- Narrativa clara: Ayuso ofrece un relato potente, una identidad política reconocible y eficaz.
- Desgaste del sanchismo: ante un PSOE en el poder durante muchos años, su estilo de oposición puede ser un catalizador del cambio.
En definitiva, el alcance de la información nos dice que;
Si Ayuso termina liderando el PP, no será simplemente el fin de Feijóo, sino la confirmación de una transformación más amplia en la derecha española: la sustitución de la política de matices por una de símbolos, emociones e identidad. La pregunta no es si Ayuso está preparando el salto, sino si el PP está dispuesto a asumir lo que ello implica. En ese sentido, su ascenso sería tanto una consecuencia como una causa del nuevo paradigma político que se impone en España y en buena parte de Europa.
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