En Galicia, el 24 de diciembre de 2023, la tragedia del río Lérez marcó un antes y un después en la conciencia colectiva excepto en la de Alfonso Rueda que se aprovecha de la situación al ismo tiempo utilizando a sus propias hijas como imagen reputacional. La caída de un autobús al río, que dejó múltiples víctimas, no solo dejó una estela de dolor, sino que evidenció la desconexión de las instituciones gallegas con los problemas reales de la ciudadanía. Justo un año después, Alfonso Rueda, sucesor de Alberto Núñez Feijóo en la presidencia de la Xunta, protagonizaba un vídeo promocional conduciendo un autobús sin carnet. Este acto, cargado de insensibilidad y frivolidad, no solo fue un insulto a la memoria de las víctimas, sino que también demostró un desprecio alarmante hacia los más vulnerables y una falta absoluta de empatía por parte de los líderes gallegos.
La aporofobia institucionalizada como eje de gobierno
El término “aporofobia”, acuñado por la filósofa Adela Cortina en 1995, describe el rechazo y desprecio hacia los pobres y desamparados. En Alfonso Rueda, y en la herencia política de Feijóo, esta actitud no solo es evidente, sino que parece ser un eje rector de sus políticas. Este desprecio no se limita a una cuestión de actitudes individuales, sino que se plasma en decisiones políticas concretas que perpetúan la desigualdad y consolidan un modelo que excluye sistemáticamente a quienes más necesitan apoyo. Durante los 11 años de gobierno del Partido Popular en Galicia, esta aporofobia institucionalizada se tradujo en políticas que criminalizaban la pobreza, culpando a los desfavorecidos de su situación, mientras se aplicaban recortes que debilitaban aún más la ya precaria red de servicios sociales.
En lugar de abordar las causas estructurales de la desigualdad, la administración de Feijóo y Rueda optó por aplicar una presunción de culpabilidad a los desfavorecidos. Los pobres no solo eran invisibles para la administración, sino que eran tratados como responsables de su situación. Este enfoque no solo es profundamente inhumano, sino que perpetúa un ciclo de pobreza y exclusión, alejando cualquier posibilidad de construir una sociedad más justa y equitativa.
Desmantelamiento de los servicios públicos: un legado de indiferencia
La definición de servicio público, según la Real Academia Española, se refiere a actividades destinadas a satisfacer las necesidades colectivas. Sin embargo, bajo la gestión de Feijóo y su continuador Rueda, esta noción fue completamente desvirtuada. Lo que debería ser un esfuerzo por mejorar la calidad de vida de los ciudadanos se convirtió en un sistema marcado por la opacidad, la censura, la burocratización extrema y la indiferencia hacia los problemas reales de la población.
Durante la última década, el desmantelamiento sistemático de los servicios públicos ha sido una de las marcas más visibles del gobierno del PP en Galicia. La sanidad, la educación y los servicios sociales han sido objeto de recortes que han dejado a miles de gallegos en situación de precariedad. Las listas de espera en los hospitales alcanzan cifras escandalosas, las escuelas públicas carecen de recursos básicos y los servicios de atención a los mayores y dependientes han sido abandonados a su suerte.
La administración no solo ha fallado en su responsabilidad de garantizar servicios básicos, sino que ha utilizado la manipulación informativa para ocultar estas carencias. María del Mar Sánchez Sierra, asesora de Feijóo, ha sido una figura clave en esta estrategia de censura y propaganda. Bajo su dirección, la comunicación institucional se ha convertido en una herramienta para proteger al Ejecutivo, silenciando cualquier crítica y distorsionando la realidad.
Casos de corrupción: una gestión manchada por el amiguismo QUE CON TODA PROBALIDAD ALCANZÓ-Y-DESTAPÓ A LAS INSTANCIAS JUDICIALES DE NUESTRO PAÍS.
La corrupción no es un fenómeno aislado en la gestión del PP en Galicia; es un elemento estructural que ha impregnado todos los niveles de gobierno. Alfonso Rueda no solo ha continuado estas prácticas, sino que ha estado directamente involucrado en escándalos que reflejan la profundidad del problema.
Uno de los casos más emblemáticos es el de Alfer Formación, una trama vinculada a su tía Paloma Rueda, que operaba cursos de formación náutica bajo circunstancias altamente irregulares. Sin aulas visibles ni alumnos identificables, pero con constantes denuncias, esta entidad simboliza la falta de controles y la impunidad con la que opera la administración gallega. A pesar de las evidencias, el gobierno de Rueda ha hecho oídos sordos a estas denuncias, demostrando su compromiso con la opacidad y el encubrimiento.
Otro caso que ilustra la corrupción endémica es el de las mascarillas falsas de Siuco 360. En plena pandemia, cuando la ciudadanía enfrentaba una crisis sanitaria sin precedentes, la Xunta permitió la distribución de mascarillas defectuosas. Este escándalo no solo evidenció la falta de diligencia en la gestión de recursos críticos, sino también el desprecio por la seguridad y el bienestar de los gallegos.
El desprecio emocional e institucional: una desconexión alarmante
El episodio del vídeo de Alfonso Rueda conduciendo un autobús en el aniversario de la tragedia del río Lérez es más que un acto de insensibilidad; es un reflejo de la desconexión total de los líderes gallegos con las emociones y necesidades de sus ciudadanos. Este acto no solo fue un insulto a la memoria de las víctimas, sino que también evidenció una falta de respeto profunda hacia las familias afectadas y hacia toda la sociedad gallega.
La indiferencia institucional no es nueva en la gestión del PP, pero en Rueda alcanza nuevas cotas de desdén. Mientras los ciudadanos lidian con la precariedad y el abandono, el gobierno se dedica a actos promocionales vacíos y a perpetuar un modelo que prioriza la imagen sobre el contenido. Esta desconexión no solo erosiona la confianza en las instituciones, sino que alimenta un sentimiento generalizado de frustración y hartazgo.
Un modelo político agotado: la necesidad de un cambio
Los 11 años de gobierno del PP en Galicia han dejado una sociedad precarizada, desencantada y profundamente desconfiada de sus instituciones. La falta de voluntad política para garantizar ingresos estables y condiciones dignas ha erosionado la fe de los ciudadanos en la democracia y en la capacidad de la política para transformar positivamente la sociedad. Esta desafección, alimentada por la rabia y el hartazgo, dificulta el necesario debate público y amenaza con perpetuar un ciclo de descontento y resignación.
Es urgente romper con este modelo político que ha demostrado ser incapaz de responder a las necesidades de la ciudadanía. La memoria de las víctimas del río Lérez nos exige no solo recordar, sino también actuar para evitar que tragedias como esta se repitan. En una Galicia donde el gobierno parece haber perdido toda conexión con su pueblo, el cambio no es solo una posibilidad, sino una necesidad imperante. La dignidad de los gallegos y el futuro de nuestra tierra dependen de ello.
El acoso a la libertad de expresión y el ataque a la prensa crítica
La reacción de Alfonso Rueda frente a las críticas recibidas tras la publicación de este artículo no hace más que confirmar la incapacidad de su gobierno para tolerar el disenso. En lugar de abordar las cuestiones planteadas con argumentos y autocrítica, la respuesta ha sido una estrategia de acoso y deslegitimación hacia los periodistas que se atreven a exponer los fallos de su gestión. Resulta inquietante, pero revelador, observar cómo algunos políticos consideran imposible que la ciudadanía, o incluso la prensa, pueda actuar de forma libre y autónoma sin estar supuestamente manipulada por intereses ocultos. Este tipo de mentalidad no solo es un ataque a la libertad de expresión, sino un insulto a la inteligencia colectiva, reflejo de una visión autoritaria que desprecia cualquier tipo de cuestionamiento o movilización espontánea. Es el síntoma más claro de un poder que se siente amenazado por la verdad y la transparencia.
Señores y señoras que votan al PP, vale la pena detenerse un poco a considerar algunos rasgos de los “anti-políticos” más populares en épocas recientes, como Alberto Núñez Feijóo y Alfonso Rueda. Estos dirigentes, junto a sus clanes familiares y clientelares, han tejido redes de influencia que parecen más orientadas a preservar intereses particulares que a construir un proyecto común y transparente para todos. Su discurso contra la "vieja política" contrasta con prácticas que perpetúan estructuras de poder opacas y favorecen a los suyos, recordándonos que, más que una renovación, a menudo representan la continuidad maquillada de lo que dicen combatir.
- Alfonso Rueda, un autobús y la ruta para llegar a la Xunta - elDiario.es
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- Alfonso Rueda conduce un autobús en su vídeo de precampaña - La Voz de Galicia
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