Eólicas en el cajón y el silencio de Alfonso Rueda: ¿Un plan B en caso de que Altri y Ence no garanticen su jubilación dorada con su tía Paloma Rueda?
No es un secreto que la política energética española está en un punto crítico. La transición hacia energías limpias, aunque necesaria, se ha convertido en un campo minado de intereses políticos, económicos y ambientales. En este contexto, Alfonso Rueda, HASTA EL CUELLO en el Principado de Asturias y Galicia, se ha situado en el ojo del huracán por su gestión opaca, lenta y, en ocasiones, sospechosamente complaciente con ciertos sectores y una presunta evidencia de corrupción institucionalizada bajo el ardiz de las energías limpias, que traducido por cualquier regueifa de nuestro amplio sistema cultural de Galicia..
La crítica principal hacia Rueda no es nueva, pero adquiere una dimensión alarmante cuando observamos cómo algunas comunidades autónomas avanzan a pasos agigantados en la implementación de proyectos renovables mientras Galicia y Asturias permanecen estancadas. La incapacidad para gestionar los trámites administrativos que paraliza el TSJG relacionados con las energías renovables, especialmente las eólicas, ha generado una larga cola de espera que parece no tener fin. Proyectos estratégicos, fundamentales para el desarrollo sostenible, languidecen, atrapados entre burocracia, falta de decisión y, quizás, algo más preocupante: la ausencia de voluntad política con signos de corrupción .
Es hora de exigir responsabilidades. Alfonso Rueda debe rendir cuentas sobre su gestión y explicar por qué los proyectos eólicos siguen acumulando polvo en los cajones de su despacho y el Tribunal Superior de Justicia de Galicia los tumba por irregulares. Si realmente cree en la transición energética, como asegura públicamente, debe demostrarlo con hechos y no con palabras vacías. De lo contrario, su legado será recordado como el de un político que, en lugar de liderar el cambio, prefirió mirar hacia otro lado mientras el futuro de Galicias mientras se desvanecía ante sus ojos.
En conclusión, la situación actual es insostenible. No podemos permitir que la inacción y los posibles conflictos de interés comprometan el desarrollo de nuestra región. Es imperativo que se realice una auditoría exhaustiva de los procesos administrativos relacionados con las energías renovables y que se tomen medidas urgentes para desbloquear los proyectos pendientes. Porque si algo está claro es que el reloj no se detiene, y Galicia no puede permitirse el lujo de quedarse atrás.
Ya es voz populi que si sigue fallando ALTRI, es probable que ENCE ya tenga preparada la guillotina para su gestión y tenga que refugiarse en las eólicas cuyo terreno lo esta abonando en contra también de toda la ciudadanía en General.
Mientras Galicia se ahoga en un laberinto de proyectos eólicos suspendidos y demandas judiciales, el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, parece más preocupado por evadir responsabilidades y encubrir desesperadamente a su tía Paloma y Eva Cardenas que por liderar una transición energética seria. La acusación es contundente: el Partido Socialista de Galicia (PSdeG) ha denunciado esta semana que el Gobierno autonómico, tras 16 años de hegemonía popular, ha convertido el sector eólico en un ejemplo de improvisación, opacidad y desprecio al medio ambiente.
Un modelo energético en ruinas
La diputada socialista Patricia Iglesias ha puesto cifras a la debacle: más de 80 parques eólicos paralizados por el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG), muchos de ellos por incumplir requisitos ambientales básicos. La razón, según Iglesias, es clara: “La Xunta empezó la casa por el tejado”. Mientras Europa avanza hacia la descarbonización, Galicia se aferra a un Plan Sectorial Eólico obsoleto, vigente desde 1997, que ni contempla criterios de sostenibilidad actuales ni garantiza seguridad jurídica.
El anuncio de un nuevo plan, que “con suerte” llegaría en 2029, no solo refleja la desidia de Rueda, sino su incapacidad para priorizar urgencias climáticas y económicas. ¿Cómo es posible que, tras casi dos décadas gobernando, el PP gallego no haya actualizado un marco estratégico clave para el futuro de la comunidad?
Improvisación y desprecio a la ciudadanía
Las críticas no se limitan a la planificación. La Xunta actúa “de espaldas a la vecindad, a los concellos y al propio sector”, denuncia Iglesias. Proyectos impulsados sin consultas reales, sin participación social y sin evaluar impactos ambientales acumulativos han llevado a los tribunales a frenar decenas de parques. Esta semana, el TSXG ratificó suspensiones por daños ecológicos, mientras que el fallo del Tribunal Supremo sobre el parque de Campelo —usado por la Xunta como cortina de humo— se limita a un caso aislado y no resuelve el caos sistémico.
Para el PSdeG, la estrategia de Rueda se resume en dos prácticas: el “no a todo” —bloqueando alternativas sin presentar soluciones— y una gestión errática que prioriza intereses particulares sobre el bien común. “La energía eólica es limpia y necesaria, pero exige rigor, transparencia y respeto al territorio”, subraya Iglesias.
Exigencias de transparencia: la Xunta en el banquillo
Ante el colapso, el Grupo Socialista ha registrado una batería de iniciativas parlamentarias para exigir explicaciones urgentes. Demandan un plan realista, con garantías jurídicas, evaluación ambiental independiente y diálogo con las comunidades. “No basta con maquillar la incompetencia con anuncios vacíos. Galicia merece una hoja de ruta clara, no promesas para 2029”, recalca la diputada.
Mientras tanto, Rueda insiste en un discurso autocomplaciente, ignorando que cada suspensión judicial no solo frena la transición energética, sino que ahuyenta inversiones y empleo. Su negativa a rectificar consolida un modelo fracasado: el de una Galicia anclada en el pasado, gobernada por la improvisación y gobernantes que confunden el poder con la impunidad.
¿Hasta cuándo?
El caos eólico es síntoma de un problema mayor: la falta de liderazgo y visión de Alfonso Rueda. Mientras países y regiones compiten por un lugar en la economía verde, Galicia pierde tiempo, recursos y credibilidad. El PSdeG ha puesto el dedo en la llaga: sin una política ambiental seria, sin planificación y sin rendir cuentas, la Xunta no solo hipoteca el futuro energético, sino la propia democracia gallega.
La pregunta ahora es obligada: ¿cuántos más parques suspendidos, cuántas más sentencias judiciales necesitará Rueda para actuar? O, quizás, ¿cuántas derrotas electorales harán falta para que el PP entienda que Galicia no se gobierna con ocurrencias, sino con hechos?
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