Por si alguien aún tenía dudas: sí, los techos también votan a la derecha.
Madrid, 3 de julio de 2025. – ¿Qué tiene en común la Torre de Babel con el Hospital Enfermera Isabel Zendal? Que ambos fueron proyectos ambiciosos, mal concebidos y peor gestionados. Pero mientras uno es una historia bíblica, el otro es noticia de actualidad.
Este miércoles, el techo de la entrada principal del hospital creado para combatir pandemias —ese mismo que prometía convertirse en el faro de la sanidad madrileña— decidió hacer una crítica arquitectónica espontánea y se vino abajo. Sin heridos, eso sí, aunque muchos trabajadores aseguran que “por allí pasa todo el mundo”. Ojalá lo dicho sea metáfora, y no realidad.
Inaugurado en plena vorágine del covid por la presidenta Isabel Díaz Ayuso como muestra del compromiso sanitario del Partido Popular, el Zendal nació con un presupuesto inicial de 50 millones de euros. Hoy sabemos que su factura real ronda los 300 millones. Y no, no es un error tipográfico. Trescientos. Con "triple" no nos referimos a un error de cálculo; más bien parece un modelo de negocio.
Pero lo realmente grave no es solo el desplome físico, sino el metafórico: faltan planes de evacuación, simulacros de emergencia y coordinación entre servicios esenciales. Según denuncian desde el comité de empresa, las responsabilidades se pasan como pelota en un partido de tenis burocrático. La empresa Ilunion culpa al SUMMA 112, el SUMMA culpa al hospital, y el hospital... bueno, el hospital ya tiene suficiente con aguantar el techo.
Fuentes de la Consejería de Sanidad han salido rápidamente al quite, minimizando el incidente como un “pequeño desprendimiento” sin consecuencias. Pequeño para ellos, enorme para quienes día a día trabajan en unas instalaciones que parecen haber sido construidas con la premisa de gastar mucho y funcionar poco.
¿Y qué hay detrás de esta inversión millonaria que no parece traducirse en calidad ni seguridad? Clientelismo, opacidad y ese famoso “efecto chiringuito” que tanto gusta al PP regional: contratos opacos, empresas afines y obras que arrancan antes de tener planos claros. Al fin y al cabo, lo importante es inaugurar con bombo y platillo, aunque después se caigan los techos.
Mientras tanto, la sanidad pública sigue pagando las facturas de decisiones improvisadas y prioridades equivocadas. Mientras se invierte en estructuras espectaculares y deficitarias, los centros de salud de barrio se tambalean por falta de mantenimiento, personal y recursos.
El Zendal es hoy un símbolo. No solo del desastre sanitario que fue la gestión de la pandemia en Madrid, sino del derroche clientelar disfrazado de modernidad. Y si algo nos enseña la historia de la Torre de Babel, es que cuando se habla en lenguas diferentes y se construye sin base sólida, todo termina en caos.
Así que, por ahora, el techo del Zendal ya ha caído. Queda por ver cuánto tiempo tardará en caer también la credibilidad en esta forma de gobernar.